EL ÚLTIMO VIAJE
Ante algún conato de desesperación, el ser humano es conducido inevitablemente a un pensamiento: el futuro puede cambiar…, los malos momentos desaparecerán… y él, siempre con la esperanza como norte, crea una realidad ficticia y la utiliza como único abrigo ante la adversidad y la hace su compañera.
Soñar permite proyectarnos, pero luchar por la vida y por lo que realmente deseamos es lo único que puede traer una transformación ―positiva o negativa― a nuestra cotidianidad, en consecuencia a nuestras acciones y a las circunstancias de la vida que nos ha correspondido vivir, pero fue precisamente lo negativo lo que motivó a Moses Embashu Fanuel, el día de su cumpleaños, de un año cualquiera, a ponerle valor a sus sueños.Un 9 de febrero nació en Namibia, país de África situado al suroeste del continente, en una familia donde el amor filial era uno de los pilares fundamentales. Estaba casado y tenía un hijo, Víctor, a quien amaba por encima de todas las cosas y por quien realizó una de las hazañas más temerarias.
África del Sudoeste, que así se llamó Namibia hasta 1968, fue un país dominado y reprimido por los alemanes en aquellas lejanas épocas cuando los europeos, en general, salían a recorrer el mundo en búsqueda de fortuna y tierras. Actualmente, la pobreza, el sida y las drogas afectan la estabilidad social y económica de la nación. La desigualdad en la distribución de la riqueza refleja que sólo el 5% posee el 75% de los ingresos, lo cual constituye otro de los factores coadyuvantes para que cualquiera de sus habitantes arriesgue su vida en pos de una quimera que, como en Moses, lo llevó por otros caminos y por otros lugares de este inmenso mundo.En un periplo por los Andes latinoamericanos, organizado por “expertos” narcotraficantes, Fanuel arriba a Venezuela país, que por su ubicación geográfica, se ha convertido en uno de los puentes predilectos para transitar con tan pesados cargamentos que, según le dictaba su compañera, la esperanza, sería el último encargo y “el principio de una tranquila jubilación”.
Esta es la historia de un ciudadano común, habitante de este planeta, que en su afán de un mundo mejor para él y los suyos se retroalimentaba con la esperanza, pero por caminos inseguros que no le dejaban ver que, con sólo un cambio de actitud ante la forma de ver la vida, podía lograr el triunfo y no perecer en el intento.
Por Rayza E. González R.
Caracas, noviembre de 2010
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