ASESORÍA DE TESIS DE GRADO

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miércoles, 11 de marzo de 2015

PEQUEÑO ESCAPE PARA DISFRUTAR DE SOL, ARENA Y MAR


CHIRIMENA, TIERRA DE FULÍA,
TAMBOR Y “TARRAYA”

¿Qué determina que a alguien le guste o no un lugar? En mi opinión, su gente. El haber conocido a Henry, a doña Chucha, a Miriam Castillo y Yaneily, en Chirimena, ha sido una de mis mejores experiencias de vida.
Henry Bonaldis, cultor del pueblo, negro de pura cepa, de risa fácil, y orgulloso de su raza y de su gentilicio, nos brindó las horas más divinas en su pueblo natal, Chirimena.

 Henry Bonaldis

A 130 kilómetros de Caracas se encuentra esta comunidad costera, ubicada en el municipio Brión, en el estado Miranda. Relató Henry que fue fundada por la familia Monasterio, liderada por Mariquita Monasterio, aunque no hay una fecha aproximada. http://wikimapia.org/15816886/es/Chirimena

 


Como buen conocedor de la tierra que lo vio nacer, Henry nos hizo una gira a pie por el casco central; estuvimos en la iglesia Nuestra Señora de la Virgen del Valle de Chirimena, muy sencillita por cierto y muy pulcra.


 Visitamos uno que otro expendio de bebidas espirituosas, hasta que llegamos a casa de doña Chucha, la mejor productora de guarapitas, o guarapas, como nos decía Henry, de sabores varios: fresa, parchita, guanábana, mora.

Doña Chucha, que es una institución en el pueblo, nos demostró todo lo sencillo y amable que puede ser un ser humano, al punto que nos permitió entrar a su casa con los pies llenos de arena y eso que éramos diez personas que habíamos pasado casi toda la tarde a orillas de tan hermoso mar y bajo un sol radiante.



Doña Miriam Castillo y Yaneily fueron nuestras maravillosas anfitrionas en la Posada Antoñita, a la que llegamos para pernoctar, disfrutar de la piscina y degustar de los exquisitos platos que ellas nos prepararon con mucho amor, amabilidad y vocación de servicio. Por cierto que la vajilla es de gres y cada pieza tiene impreso el nombre de la posada.

Pasamos por la Escuela Municipal Chirimena, solo primaria, a la que asisten los dos hijos de Henry. Cuando lleguen a bachillerato tendrán que viajar diariamente a Higuerote, que es donde están los liceos.

Bajo un sol exquisitamente radiante llegamos a la playa y nos acercamos hasta la Piedra de Dormir, un peñón de tierra adornado con un «copetico de ramas» de lo más bucólico, de lo más curioso porque, tratándose de una base rocosa que debería ser estéril, es casi incomprensible que crezca una planta en ella. Pero así son los misterios de vida. Cuenta la leyenda que la piedra recibe ese nombre porque había un vecino de la comunidad que se trepaba a la cima para dormir cómodamente; es decir, ese era su lecho, su casa era, nada más y nada menos, todo el pueblo; ¡qué maravilla! nunca había imaginado un hogar tan grande. Desafortunadamente no supimos la identidad ni el origen de tan particular durmiente. La imagen no puede ser más elocuente.



 












Seguimos hacia el puerto, al que llegan los peñeros luego de las arduas jornadas de pesca y digo arduas porque Henry nos explicó que de madrugada salen los pescadores a buscar su manutención y regresan a casa al amanecer con sus nasas, cestas y otros envases repletos con el producto de su trabajo: lebranches, tajalíes, cazones, sardinas, moluscos varios, que distribuyen por las posadas establecidas en la zona y en el mercadillo del pueblo para consumo de sus moradores.
El haber visto la casa-puerto con los peñeros en el frente me hizo recordar a La Custodia, nombre que le dio Héctor Gómez a la casa-puerto sitio protagonista de su hermoso cuento de pescadores El llamado.
 
Dice la creencia popular que los pelícanos, que tuvimos la dicha de verlos volar en perfecta formación hacia el este, paralelos a la playa a eso de las 4 de la tarde, indican que la faena de pesca será fructífera; si por el contrario vuelan por detrás de la montaña que bordea la orilla, ya los faenadores deben tomar sus precauciones porque la pesca no será muy buena. Bonaldis dice que las bandadas desfilan en la mañana de este a oeste, quién sabe a dónde, y ya a eso de las 4-5 de la tarde regresan en dirección contraria, también quién sabe a dónde, y así transcurre su peregrinar.

En este pequeño homenaje que le hago a esta hermosa tierra venezolana, obviamente hay que hablar de la patrona del pueblo: La Cruz, cuya veneración es habitual en mayo, desde el 1° hasta el 31, ambas fechas inclusive. Durante ese mes los negros lugareños veneran la Cruz, que es ornamentada con hermosas flores, hacen procesión, y tocan y bailan tambor, y toda la población colabora económicamente para la celebración de estas fiestas.
 
Quiero hacerles partícipes de una aclaratoria semántica: la «atarraya» es conocida como «tarraya» en Venezuela, y quien maneja el arte de la pesca utilizando este adminículo se le conoce como «¡tarrayero!», nos dijo enfáticamente Henry Bonaldis, luego de darnos una clase magistral, teoría y práctica, sobre cómo usar tan maravillosa herramienta de pesca.


 








Para terminar de endulzar nuestro espíritu, cantamos algunas fulías acompañados por el toque de tambor que también interpretó el versátil Henry Bonaldis.


Ya de regreso a Caracas fuimos acompañados por un hermoso arcoíris, con el que fuimos bendecidos durante todo nuestro trayecto a la hermosa capital venezolana. Espero que disfruten las imágenes.


Rayza E. González R. 
Caracas, 2 de marzo de 2015

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