CHIRIMENA,
TIERRA DE FULÍA,
TAMBOR
Y “TARRAYA”
¿Qué determina que
a alguien le guste o no un lugar? En mi opinión, su gente. El haber conocido a
Henry, a doña Chucha, a Miriam Castillo y Yaneily, en Chirimena, ha sido una de
mis mejores experiencias de vida.
Henry Bonaldis,
cultor del pueblo, negro de pura cepa, de risa fácil, y orgulloso de su raza y
de su gentilicio, nos brindó las horas más divinas en su pueblo natal,
Chirimena.
Henry Bonaldis
A 130 kilómetros de
Caracas se encuentra esta comunidad costera, ubicada en el municipio Brión, en
el estado Miranda. Relató Henry que fue fundada por la familia Monasterio,
liderada por Mariquita Monasterio, aunque no hay una fecha aproximada. http://wikimapia.org/15816886/es/Chirimena
Como buen conocedor
de la tierra que lo vio nacer, Henry nos hizo una gira a pie por el casco
central; estuvimos en la iglesia Nuestra Señora de la Virgen del Valle de
Chirimena, muy sencillita por cierto y muy pulcra.
Visitamos uno que
otro expendio de bebidas espirituosas, hasta que llegamos a casa de doña
Chucha, la mejor productora de guarapitas, o guarapas, como nos decía Henry, de
sabores varios: fresa, parchita, guanábana, mora.
Doña Chucha, que es
una institución en el pueblo, nos demostró todo lo sencillo y amable que puede
ser un ser humano, al punto que nos permitió entrar a su casa con los pies
llenos de arena y eso que éramos diez personas que habíamos pasado casi toda la
tarde a orillas de tan hermoso mar y bajo un sol radiante.
Doña Miriam Castillo y
Yaneily fueron nuestras maravillosas anfitrionas en la Posada Antoñita, a la
que llegamos para pernoctar, disfrutar de la piscina y degustar de los
exquisitos platos que ellas nos prepararon con mucho amor, amabilidad y
vocación de servicio.
Por cierto que la vajilla es de gres y cada pieza tiene impreso el nombre de la
posada.
Pasamos por la Escuela
Municipal Chirimena, solo primaria, a la que asisten los dos hijos de Henry.
Cuando lleguen a bachillerato tendrán que viajar diariamente a Higuerote, que
es donde están los liceos.
Bajo un sol
exquisitamente radiante llegamos a la playa y nos acercamos hasta la Piedra
de Dormir, un peñón de tierra adornado con un «copetico de ramas» de lo más
bucólico, de lo más curioso porque, tratándose de una base rocosa que debería
ser estéril, es casi incomprensible que crezca una planta en ella. Pero así son
los misterios de vida. Cuenta la leyenda que la piedra recibe ese nombre porque
había un vecino de la comunidad que se trepaba a la cima para dormir cómodamente;
es decir, ese era su lecho, su casa era, nada más y nada menos, todo el pueblo;
¡qué maravilla! nunca había imaginado un hogar tan grande. Desafortunadamente
no supimos la identidad ni el origen de tan particular durmiente. La imagen no puede ser más elocuente.
Seguimos hacia el
puerto, al que llegan los peñeros luego de las arduas jornadas de pesca y digo
arduas porque Henry nos explicó que de madrugada salen los pescadores a buscar
su manutención y regresan a casa al amanecer con sus nasas, cestas y otros
envases repletos con el producto de su trabajo: lebranches, tajalíes, cazones,
sardinas, moluscos varios, que distribuyen por las posadas establecidas en la
zona y en el mercadillo del pueblo para consumo de sus moradores.
El haber visto la
casa-puerto con los peñeros en el frente me hizo recordar a La Custodia, nombre
que le dio Héctor Gómez a la casa-puerto sitio protagonista de su hermoso
cuento de pescadores El llamado.
Dice la creencia popular que los pelícanos, que
tuvimos la dicha de verlos volar en perfecta formación hacia el este, paralelos
a la playa a eso de las 4 de la tarde, indican que la faena de pesca será
fructífera; si por el contrario vuelan por detrás de la montaña que bordea la
orilla, ya los faenadores deben tomar sus precauciones porque la pesca no será
muy buena. Bonaldis dice que las bandadas desfilan en la mañana de este a
oeste, quién sabe a dónde, y ya a eso de las 4-5 de la tarde regresan en
dirección contraria, también quién sabe a dónde, y así transcurre su
peregrinar.
En este pequeño
homenaje que le hago a esta hermosa tierra venezolana, obviamente hay que
hablar de la patrona del pueblo: La Cruz, cuya veneración es habitual en mayo,
desde el 1° hasta el 31, ambas fechas inclusive. Durante ese mes los negros
lugareños veneran la Cruz, que es ornamentada con hermosas flores, hacen
procesión, y tocan y bailan tambor, y toda la población colabora económicamente
para la celebración de estas fiestas.
Quiero hacerles partícipes de una aclaratoria semántica: la «atarraya» es
conocida como «tarraya» en Venezuela, y quien maneja el arte de la pesca
utilizando este adminículo se le conoce como «¡tarrayero!», nos dijo
enfáticamente Henry Bonaldis, luego de darnos una clase magistral, teoría y
práctica, sobre cómo usar tan maravillosa herramienta de pesca.
Para terminar de
endulzar nuestro espíritu, cantamos algunas fulías acompañados por el toque de
tambor que también interpretó el versátil Henry Bonaldis.
Ya de regreso a Caracas fuimos acompañados por un hermoso arcoíris, con
el que fuimos bendecidos durante todo nuestro trayecto a la hermosa capital
venezolana. Espero que disfruten las imágenes.
Rayza E. González R.
Caracas, 2 de marzo de 2015