ASESORÍA DE TESIS DE GRADO

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jueves, 8 de noviembre de 2012



Para que la Malla evolucione
debe evolucionar su necesidad
por Edumily González

En un reino muy lejano que se encontraba en un pedacito de la Tierra, Dios había bendecido a su gente por lo bella que era. Ese pedacito de tierra estaba integrado por personas humildes, llenas de esperanza y valores, además de mucha espiritualidad en sus corazones en los que reinaba el amor por Dios.
La economía parecía fluir incesantemente; había grupos de toda índole: unos defendían a los ricos ricos, que eran millonarios tanto material como espiritualmente y compartían sus riquezas, generaban empleo; otros, los ricos pobres que al morir sólo dejaban sus posesiones porque era lo que tenían; otros, los pobres ricos con sus necesidades primarias cubiertas, tenían vivienda, carros modestos, habían estudiado, tenían un oficio, deseos de ser mejores cada día y tenían fe en Dios. Al final, los pobres pobres: gente deprimida que no tenía nada material y la fe perdida. Podían robar, matar, odiar, alimentarse del sufrimiento del prójimo, del miedo, de la envidia, no luchaban por nada y no agradecían el regalo de la vida. Ese equipo pensaba que la vida era una bazofia y que Dios se había olvidado de sus integrantes, pero jamás le pedían nada porque su fe era muy pobre.
Dios, al ver tal escenario, se preguntó: «Porcentualmente, ¿cómo está dividido ese reino?: 1% de ricos ricos, 9% de ricos pobres, 30% de pobres ricos y 60% de pobres pobres. Entonces reflexionó: Tantas riquezas y las disfruta menos de la mitad de población. Mandaré a alguien para que los despierte a todos y luego les mandaré apoyo porque no es un trabajo sencillo».
Así, mandó a un líder, una especie de príncipe de los pobres pobres. La idea no parecía mala, aunque Dios jamás se olvidó de los demás. Él sabía que los otros eran seres evolucionados y serían capaces de contribuir al mejoramiento del sistema, pero este líder se dejó llevar por el ego y se dio cuenta de que cubriendo las necesidades básicas de esa población pobre pobre permanecería mucho tiempo allí. Regaló cosas materiales, casa, comida y esperanza y sueños, y así fue cómo “despertó” el 60% de los pobres pobres, pero no les enseñó a amarse, a querer ser mejores. Se le olvidó el camino y el trabajo que venía a hacer…, pero sí hizo algo importante: que esa gente se percatara de que tiene derecho a comer, a tener vivienda, pero no les enseñó a conseguirla, a construirla, sino que decidió quitarle a los otros para darle a ellos. Posteriormente creó odio, resentimientos, tristeza y desolación, y los pobres pobres despertaron, pero perdidos, llenos de inconformidades, y de mucho miedo de perder la ilusión de existir.
Posteriormente Dios volvió a medir el porcentaje en el reino: ricos ricos, 2%; ricos pobres, 18%; pobres ricos, 30% y pobres pobres, 50%, y se sintió conforme con su trabajo. Lo que más le agradó de la evolución del reino es que ese 50% tomó conciencia y se percató de que tiene derecho a comer, a tener una vivienda, y algunos hasta estudiaron; no obstante, se percató de que el miedo reinaba aún en 60% de la población. Miedo a dejar de existir, a perder bienes materiales. Los ricos pobres temían perder la abundancia lograda y los pobres ricos, a perder el empleo, la estabilidad…
Ya, transcurrido el tiempo, Dios decidió dar respuesta a la otra parte de ese reino que Él no había olvidado, confió en que sería fuerte, y sabrían apoyarlo para que su prójimo estuviese bien como ellos…, y preparó a otro ser capaz de sembrar amor en cada corazón para ayudarlos a despejar el miedo de perder lo que por derecho propio les corresponde.
Así Dios hizo que comenzara la segunda etapa del proceso de cambio de conciencia y el pueblo decidió elegir el mejor. La mitad del pueblo estaba en oración para que se hiciera la voluntad de Dios y ésta es la que quiere su pueblo. Poco menos de la mitad pidió amor, paz, felicidad, viajes, carros lujosos; más de la mitad, una casa, un empleo, y Dios dijo: «Pide y se te dará». Por ello, un poco triste, les concedió su petición y ganó el mismo dirigente de años y quedó demarcada la división del reino. Esa parte que perdió se sintió defraudada, abandonada por Dios, pero Dios jamás dejará solo a sus hijos.
No pasaron 72 días para que despertara el amor en cada corazón, era un cambio de sistema, una elevación de conciencia y gran parte del miedo desapareció. La mayoría se dio cuenta de que no tenía que rogar por comida, por vivienda, por empleo; eso era una necesidad primaria que debía estar cubierta, y nació la necesidad de amarse y de amor a su prójimo como a sí mismos. Los pobres pobres ya no lo eran porque eran pobres ricos; en sus corazones estaba la presencia de Dios.
Así, cada líder cumplió con su misión y era despertar a un reino para que evolucionara. Ambos se dieron cuenta de que la evolución de una nación se puede medir de acuerdo con la necesidad de sus miembros y de lo que ellos se permitan pedir porque Dios siempre nos dará lo que le pedimos, y así los ángeles del Cielo y de la Tierra dijeron amén…
“Dios, cuida tu bella creación
y haz a tus hijos prósperos en tu amor”

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